martes, 13 de diciembre de 2022

Ameca, el robot humanoide con expresiones faciales y gestos muy humanos

 Ingenieros de la empresa Engineered Arts han presentado un robot humanoide con expresiones faciales y gestos muy humanos, llamado 'Ameca'. Un breve video promocional que lo muestra “despertando” ha acumulado más de 20 millones de visualizaciones desde que fue lanzado por la compañía a principios de esta semana.


Usuarios de la plataforma Twitter hicieron viral un video de un robot humanoide con expresiones faciales muy similares a las humanas, en el que se lo ve “despertando”, mirando sus manos y luego hacia la cámara. El clip de 40 segundos ha acumulado más de 20 millones de visitas en línea desde que Engineered Arts lo lanzó a principios de esta semana.


Ameca tiene la piel de color gris, con características deliberadamente neutrales en cuanto al género y la raza. La compañía lo describe como el “robot con forma humana más avanzado del mundo que representa la vanguardia de la tecnología robótica humana”. Y sin duda es el que más se ha acercado a las expresiones hasta ahora, por lo menos de cuello para arriba.


Will Jackson, fundador de la compañía, explicó que la razón para hacer que un robot parezca una persona, es para lograr interactuar con la gente. “El rostro humano es una gran herramienta de comunicación, y es por eso que construimos estos expresivos robots”


Sostuvo que la construcción de este robot ha conllevado un trabajo de más de 15 años y añadió: “Hemos tratado de ser neutrales en cuanto al género, la raza. Solo estamos tratando de hacer algo que tenga las características humanas básicas (expresión) sin poner nada más encima de eso. Entonces, de ahí las caras grises”.


Ameca, el robot humanoide con expresiones faciales humanas.

El video representa el primer contacto de Ameca con el mundo real. El humanoide se encuentra en un laboratorio. Al fondo, un investigador trabaja concentrado en su pantalla hasta que Ameca empieza a cobrar vida. El robot primero mueve el hombro derecho de manera circular, como si se estuviera desperezando después de un largo tiempo de inactividad.


Repentinamente abre los ojos. En su cara, la expresión es una mezcla de asombro y extrañeza de ver un mundo nuevo por primera vez. Ameca mira sus propios brazos con curiosidad, luego sus manos y reacciona con sorpresa cuando se da cuenta de que hay una cámara que le está grabando.


Durante todo ese tiempo sus expresiones y sus ojos parecen bastante naturales. Su mirada, sus pestañeos, el movimiento de las cejas o los de la boca todavía no son perfectos, pero desde luego son los mejores que se han visto en un robot.


Al final, el humanoide sonríe satisfecho a cámara como haciendo ver al espectador que efectivamente todo esto no era más que una actuación. Una dramatización del despertar de su consciencia que ha sido programada al detalle por sus creadores.


La compañía, con sede en Reino Unido, sostiene que una futura inteligencia artificial equiparable a la de los humanos necesita un cuerpo artificial para generar empatía. Su modelo de negocio consiste en ofrecer a Ameca, y su sistema operativo Tritium, a otras empresas para que prueben sus tecnologías y poder mostrarlas de manera sorprendente al público.


De momento, Ameca no puede caminar. Sus movimientos de cintura para arriba son limitados, pero sus creadores lo han dotado de un diseño modular que, aseguran, permite fáciles actualizaciones tanto físicas como de software. Estos módulos, dicen, funcionan de manera independiente para que, si no necesitas todo el robot, sino solo la cabeza o un brazo también funcione.


El robot está diseñado con módulos que funcionan de manera independiente. (Engineered Arts)

Además, sus partes del cuerpo están diseñadas y construidas a partir de escaneos internos en 3D de personas reales; lo que permite imitar la estructura ósea humana, la textura de la piel y las expresiones de manera convincente.


Aun así, sus creadores están trabajando para conseguir que se mueva de manera natural, aunque admiten que todavía les falta mucho para llegar a ese punto. Su presentación en sociedad tendrá lugar de manera oficial durante el CES 2022 que empieza el mes que viene.

lunes, 12 de diciembre de 2022

La historia del falso robot guardaespaldas que se hizo viral

 

Lo promocionaron como parte de la escolta del rey de Bahrein en su visita a una reconocida feria de tecnología de Medio Oriente.


07/09/2020 22:23Actualizado al 07/09/2020 22:23

Un nuevo video viral se popularizó en las redes sociales en el que aparece, supuestamente con el rey de Bahrein, Hamad bin Isa bin Salman al-Khalifa, un robot guardaespaldas de más de dos metros que impresiona con sus movimientos. 

El video fue grabado durante la exhibición de seguridad IDEX 2019, celebrada en el Centro Financiero Internacional de Dubai, pero que recientemente cobró notoriedad en Twitter.  

"El Emir de Bahrein llegando a un evento en Dubai escoltado por su robot guardaespaldas", se lee en una de las publicaciones en las que se hace referencia al popular clip que tiene más de 17 mil reproducciones en Twitter, mientras que ya superó los 300 mil en YouTube.

La repercusión de esta aparente innovación tecnológica en materia de seguridad personal trascendió las redes sociales, ya que también fue presentado en el canal local de noticias local DY365.

Pero desafortunadamente, por mucho que varios se entusiasmaron con que el video fuera cierto, los guardaespaldas robot son ciertamente un concepto que lejos está de ser realidad.

Una serie de detalles que confirma el engaño del video es la ausencia del Emir de Bahrein y, además, el robot es en realidad una persona disfrazada.

Titán: "El futuro del entretenimiento"

El robot en cuestión tiene nombre: se llama Titán, mide 2.43 metros y en realidad se trata de un desarrollo tecnológico que tiene como fin "el futuro del entretenimiento" de las personas.

El traje está dividido en dos partes, la superior del cuerpo de Titan es controlada por un operador a través de un panel de control. Allí está alojado el cofre del traje, donde hay una ventana de vidrio transparente unidireccional disponible para que el operador observe su entorno. 

Asimismo, las acciones y los sonidos están preprogramados y se activan automáticamente cuando se realizan las acciones y comandos correspondientes.

Titan es promocionado como "el primer artista robot de entretenimiento comercial del mundo", desarrollado por la empresa británica Cyberstein. De hecho, en su página de internet aseguran que quienes lo contrataron quedan "complacidos con su espectáculo".

"Actuando en grandes eventos al aire libre, espectáculos de campo, festivales y centros comerciales, Titán está garantizado para impulsar la venta de entradas, aumentar la afluencia y tener centros comerciales a rebosar", se logra leer en su página de internet.

miércoles, 3 de agosto de 2022

La sin cables

Tenía apenas 21 años. Un día, en su casa de Bolonia, Guglielmo Marconi hizo sonar un timbre en el sótano apretando un botón situado en la buhardilla. Lo sorprendente era que entre ambos puntos no había ninguna conexión.

Poco después, en las afueras de la ciudad, el joven investigador italiano daba una instrucción simple a su ayudante:—Si suena tres veces, dispara una.

El muchacho corrió detrás de una colina con el receptor inalámbrico y una escopeta. Desde su laboratorio, con un primitivo transmisor de ondas hertzianas,10 Marconi pulsó los tres puntos de la letra S en aquel alfabeto morse que había aprendido hacía muchos años de un viejo telegrafista ciego. Al instante, como por arte de magia, se escuchó el disparo convenido. La telegrafía sin hilos, madre de la radio, había sido inventada.11

Esto ocurrió en 1895. Un par de años más tarde, conectando una antena al transmisor, Marconi logró proyectar su señal a mil metros de distancia. Después, alargando la longitud de onda, superó los 16 kilómetros del Canal de la Mancha. En 1901, como un corredor después de entrenarse para el gran salto, cubrió los 3,300 kilómetros que separan Inglaterra de Terranova, en Canadá. Los nuevos telegramas volaban libres. Podían prescindir de los cables y de los postes terrestres.12

La wireless, la sin hilos, como se le comenzó a llamar al nuevo invento, unía tierras y mares, saltaba montañas, desparramaba los mensajes a través del éter, sin ningún otro soporte que las mismas ondas electromagnéticas. Todos los que dispusieran de un receptor adecuado, podían captarlas. Pero no entenderlas, porque los breves mensajes enviados tenían todavía que ir cifrados en alfabeto morse.

En la nochebuena de 1906, el canadiense Reginald Fessenden realizó la primera transmisión de sonido: los radiotelegrafistas de los barcos que navegaban frente a las costas de Nueva Inglaterra no captaron esta vez impulsos largos y cortos en clave morse, sino una voz emocionada leyendo el relato del nacimiento de Jesús y acompañada por un disco de Haendel. Fessenden había logrado

10 En 1887, el sabio alemán Heinrich Hertz había demostrado la existencia de ondas electromagnéticas capaces de transmitir energía sin necesidad de cables, en forma de campos eléctricos y magnéticos alternos.

11 En junio de 1896, el profesor ruso de matemáticas Alejandro Popov, en un experimento independiente, transmitió un mensaje por telegrafía sin hilos a 250 metros de distancia.

12 Como si Marconi lo presintiera, el 14 de abril de 1912 el Titanic hizo un desesperado SOS a través de su recién estrenado equipo de telegrafía sin hilos y se pudieron salvar 700 vidas del naufragio. De ahora en adelante, todo barco iría provisto de una estación marconi. Emitir directamente la voz humana sin necesidad de códigos, pero su proeza apenas alcanzaba a un kilómetro y medio a la redonda. ¿Cómo amplificar la voz, cómo superar esa última barrera que liberaría para siempre al sonido?

Al año siguiente, en 1907, Alexander Lee de Forest, norteamericano, descubre unas válvulas de electrodos que transforman las modulaciones del sonido en señales eléctricas.13 Estas ondas, transmitidas de una antena a otra, podían ser reconvertidas nuevamente en vibraciones sonoras.

Con estos tubos de vacío, que servían igualmente para enviar o recibir, nacía la radio, tal como la conocemos hoy: sin distancias ni tiempo, sin cables ni claves, sonido puro, energía irradiada en todas direcciones desde un punto de emisión y recibida desde cualquier otro punto, según la potencia de las válvulas amplificadoras.

Ahora sí. Ahora estaban dadas las condiciones para comenzar a hacer radio. En América Latina, los argentinos tomaron la delantera. El médico Enrique Susini y un grupo de entusiastas amigos montaron un transmisor de 5 vatios en la azotea del teatro Coliseo. Desde allí hicieron las primeras pruebas. El 27 de agosto de 1920 a las 9 de la noche, los locos de la azotea, como ya les llamaban, transmitieron para todo Buenos Aires una ópera de Richard Wagner. Éste fue el primer programa de radio dirigido a público abierto que se oyó en nuestro continente.14 En esos mismos días, en Montevideo, Claudio Sapelli, un trabajador de la General Electric, escribió a Lee de Forest pidiéndole una de aquellas válvulas mágicas y comenzó a transmitir desde otra azotea, la del Hotel Urquiza.

Por todas partes era la misma efervescencia de probar y comprobar el asombroso invento.

La primera emisora con servicio regular fue la KDKA de Pittsburgh, instalada en un garaje de la Westinghouse. El 2 de noviembre de 1920, el popular radioaficionado Frank Conrad daba a conocer los votos obtenidos por Warren Harding y James Cox, candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. A partir de ahí, el éxito de la radio fue imparable. En 1921, se inician en París los primeros programas, utilizando la Torre Eiffel como antena. Al año siguiente, en 1922, se funda en Londres la BBC. Pocos meses más tarde, salen al aire las primeras transmisiones españolas. En la recién creada URSS, Lenin exhorta a la investigación y aprovechamiento de aquel periódico sin papel y sin fronteras, como él llamaba a la radio. Por todas partes se estrenan emisoras y se venden aquellos primeros equipos de galena, todavía sin parlantes, para escuchar a través de audífonos. En 1924, había más de seis millones y medio de receptores en el mundo. La radio se expandió como ningún medio de comunicación lo había logrado hasta entonces.

En 1945, un nuevo descubrimiento cambiaría la forma de trabajo en las numerosas y pujantes emisoras. Con el magnetófono se podían hacer montajes previos al momento de la emisión. Más que ensayar antes de la función, como se hacía en el teatro, la radio podía darse ahora el lujo de enlatar efectos de sonido, grabar y borrar, añadir fondos musicales, separar unas voces de otras, descansar la programación con espacios en directo y en diferido. La cinta magnética permitía una flexibilidad que los discos de acetato nunca ofrecieron.15 Si la transmisión del sonido ya estaba liberada, las nuevas grabadoras liberaban la otra punta del sistema, el momento de la producción radiofónica. Al fin, después de un galopante siglo de inventos e inventores, el sonido podía sonar tranquilo y orgulloso. La radio lo había hecho tan indispensable como la luz eléctrica o el agua corriente.

Y fue entonces, cuando la radio se creía dueña y señora de casa, que le nació una hermanita engreída y codiciada por todos: la televisión.

13 Lee de Forest experimentó con el tubo desarrollado por el inglés John Fleming, añadiendo una rejilla entre el filamento y la placa.

14 Carlos Ulanovsky, Días de Radio, Espasa Calpe, Argentina, 1996, págs. 18-24.

15 El electroimán de la cabeza grabadora magnetiza la cinta de plástico recubierta de una capa de óxido de hierro al pasar frente a ella. El sonido queda almacenado electromagnéticamente en la cinta. Al reproducirlo, los impulsos magnéticos de la cinta se convierten en acústicos y se amplifican.

Hasta entonces, la radio había ocupado el centro. En torno a ella, tres generaciones se sentaron a oír las radionovelas lloronas y las noticias inquietantes. Con la radio se cantaba, con la radio se jugaba, la radio había cambiado los horarios del quehacer doméstico y del descanso nocturno. Ella era la verdadera reina del hogar. ¡Y ahora, la televisión! Celosa por la recién llegada, la radio se sintió insegura, perdida. Se sintió vieja y relegada. Quienes antes vivían pendientes de sus invisibles labios, comenzaron a reunirse en torno a la pequeña pantalla para mirar en ella los culebrones y los concursos que antes sólo podían escuchar. La radio fue desplazada y en su lugar se entronizó la televisión.

En ese momento de humillación —como ocurre en los cuentos que ella misma había difundido— apareció un hada madrina que le dio a beber un elíxir de juventud. La radio lo apuró de un sorbo. El elíxir se llamaba transistor.16 Con aquel descubrimiento de la Bell Telephone Laboratories, en 1948, ya no hacían falta los tubos amplificadores de Lee de Forest. Los nuevos semiconductores de silicio reducían el tamaño tanto del equipo transmisor como del receptor, y mejoraban la calidad de las emisiones. Con los transistores y las pequeñas baterías secas, la radio cortó el fastidioso cordón umbilical que la ataba desde su nacimiento a la toma de corriente alterna. No más cables para la recepción. La radio ahora cabía y se trasladaba en un bolsillo, en una cartera. Como cuando se pasó del reloj de pared al de pulsera, la nueva radio portátil se volvió disponible en todo lugar y momento, de día y de noche, desde la ducha hasta el automóvil, para quien va de paseo y para quien se mete con ella en la cama.

La radio cambió responsabilidades. Dejó de ser espectáculo familiar para ubicarse como compañía individual. Recuerdo la primera cuña que grabé para una emisora campesina: se oían ladridos y un locutor preguntaba sobre el mejor amigo del hombre. Una locutora respondía: el perro no… ¡la radio! Y es que con el transistor, la radio se convirtió en fiel compañera de hombres y mujeres, de sanos y enfermos, de choferes y caminantes, de cocineras y empleadas domésticas, de bañistas en la playa, de fanáticos que ven el partido en el estadio y lo oyen al mismo tiempo con el aparatito pegado a la oreja, de los vendedores ambulantes, de los campesinos que la cuelgan del arado, de oficinistas y estudiantes, de los insomnes que la sacan al balcón. Casi todo lo que hacemos en nuestra vida puede acompañarse con la radio. Sobre todo, el amor.

Los medios en el medio

 Al principio eran las palabras. La sabiduría pasaba de boca a oreja, de oreja a boca, de generación en generación, en una tradición oral que duró muchos siglos, equivalente al 99% de toda la historia humana. No había escritura para precisar los conocimientos. Se pintaban bisontes y se estampaban manos en las cuevas, pero todavía no se dibujaba la voz humana, no se codificaba el pensamiento en signos posteriormente descifrables.

En el Irak actual, seis mil años atrás, aparecieron las primeras letras en tabletas de arcilla, en forma de pequeños triángulos.1 Con ellas, los mercaderes recordaban las deudas pendientes. Después vinieron los egipcios con sus jeroglíficos, fijando nociones de medicina y astronomía, de religión y matemáticas. Se escribía sobre papiro y pergamino, luego sobre papel.

Los libros eran escasos, escasísimos. De la mayoría de textos, apenas existía un ejemplar. En Alejandría primero y luego en los monasterios, se sacaban copias a mano, una a una, página a página, agotador esfuerzo reservado a unos pocos iniciados en el arte de escribir. Los reyes y, sobre todo, los sacerdotes monopolizaban el saber.

Los chinos ya la habían inventado en el siglo IX, pero fue Johannes Gutenberg en el XV quien democratizó la escritura con aquellos primeros tipos de plomo fundido. La imprenta hizo posible sacar mil ejemplares de un libro en menos tiempo que el empleado por el copista deslizando sus pinceles sobre una página. Multiplicadas las letras, se multiplicaban los lectores. Renacía el pensamiento, se reformaba la imagen del mundo. Se rompía el oscuro control de Jorge de Burgos, acantonado en el laberinto de su inaccesible biblioteca.2

Después de los libros, vinieron los periódicos. Y la libertad de expresión, proclamada en la Revolución Francesa.

Genealogía de la radio

La escritura había atrapado las ideas. La imprenta las había puesto al alcance de todos. Ahora cualquiera podía interpretar la célebre Biblia latina de 42 líneas, primera publicación del fundidor alemán. Ahora todos podían leer —si aprendían a leer— las parábolas de Jesús y las arengas de Moisés. ¿Cómo, sin embargo, las dirían ellos? ¿Cómo habrán pronunciado esos mensajes? Las palabras estaban ahora ahí, escritas, cristalizadas en signos. Pero, ¿cómo habrán sonado en boca de sus autores? ¿Cómo hablaría Bolívar, cómo declamaría sus poemas Sor Juana Inés, cómo resonaron las últimas palabras de Túpac Amaru en la plaza grande del Cusco? Nostalgias del sonido disuelto en el éter, irrecuperable.

El invento de la fotografía capturó la luz. Había que inmovilizarse media hora ante la cámara para sacar un daguerrotipo, pero ahí estaba la plancha de cobre, quedaba una constancia más allá de la retina. Sin fotos, los rostros se escapaban como el agua de los ríos. Los cruzados regresaban de sus absurdas e interminables batallas y reconocían a sus mujeres por un lunar en la pantorrilla o por una contraseña secreta. Los rasgos de la cara, después de tantos años de ausencia, ya se habían borrado en la memoria de ambos.

¿Y el sonido? ¿Sería más inasible que la imagen? El 24 de mayo de 1844, Samuel Morse, un pintor norteamericano, inventó el telégrafo. Las letras se traducían en una clave de puntos y rayitas. Con impulsos eléctricos cortos y largos, a razón de quince palabras por minuto, se podían

1 Estas tabletas, como tantas otras maravillas, fueron saqueadas del Museo de Bagdad por las tropas norteamericanas que invadieron el país en marzo 2001.

2 Umberto Eco, El nombre de la rosa. En 1487, apenas cuatro décadas después del invento de Gutenberg, el Papa Inocencio VIII promulgó la primera ley de censura de prensa: sólo se podrían imprimir los textos que la Iglesia autorizara. Si no se obedecía, se quemaban los libros perniciosos. Y también a sus autores. despachar mensajes a través de delgados hilos de cobre casi a la misma velocidad que la luz.3 No se necesitaban carros, barcos, caballos o palomas para comunicarse de un extremo a otro del país. O de un país a otro, con tal que hubiera tierra donde clavar los postes y tender los cables.4

El telégrafo, por primera vez, brindó inmediatez al conocimiento. Pero no era el audio real de la naturaleza ni las palabras vivas de la gente las que viajaban a través de aquella primera línea entre Washington y Baltimore. Los telegramas, como su nombre indica, venían siendo una escritura a distancia, una carta sin tinta ni papel. El sonido todavía no sabía viajar solo, sin la tutoría de un idioma artificial.5

En 1876, Alexander Graham Bell, físico escocés radicado en Estados Unidos, lo logró. El teléfono transformaba el sonido en señales eléctricas y lo enviaba, valiéndose de micrófonos y auriculares, por un tendido de cables similar al del telégrafo.6 La voz humana iba y venía sin necesidad de ningún alfabeto para descifrarla. Si viajaba la voz, podía viajar la música. Y cualquier ruido. El sonido había roto para siempre con la esclavitud de la distancia. Hasta en un pequeño teatro, los actores y las actrices tienen que proyectar la voz para ser escuchados desde las últimas filas. Ahora, con aquel aparatito a manivela, las palabras se impulsaban sin esfuerzo, casi a 300 mil kilómetros por segundo, rompiendo toda barrera espacial.

Antes del teléfono, como señala Bill Gates, la gente creía que su única comunidad eran sus vecinos. Casi todo lo que se hacía se efectuaba con otros que vivían cerca.7 Había que salir de casa, desplazarse, para saber de un familiar enfermo o concertar una cita. El teléfono facilitó la vida cotidiana, acercó a los humanos como nada lo había logrado hasta entonces. Todavía ahora, un siglo después del invento de Bell, nos asombramos cuando estamos en pijama, en casa, apretamos unos simples botoncitos y al instante conversamos con un amigo que vive en Australia.

Voz viva, directa, comunicación de ida y vuelta, ya sin espacio. Pero siempre amarrada al tiempo, el implacable, como diría Pablo Milanés. ¿Si llamabas y no había nadie en el otro extremo de la línea?

¿Si dabas una noticia y el otro la agrandaba o tergiversaba a su antojo? ¿Cómo probar que tú dijiste esto y yo no dije aquello? La voz no dejaba huellas. De cerca o de lejos, el sonido se lo llevaba el viento, no quedaba registrado en ninguna parte.

En 1877, un contemporáneo de Bell, el norteamericano Thomas Alva Edison, experimentaba con un cilindro giratorio, recubierto de una lámina de estaño, sobre el que vibraba una aguja.8 Después de múltiples ensayos, aquel genio consiguió escuchar una canción grabada por él mismo. Había nacido el fonógrafo, abuelo del tocadiscos.9 

El sonido había alcanzado la inmortalidad.

3 El telégrafo funcionaba con un electroimán que hacía golpear una aguja contra una cinta de papel. Las señales eléctricas de corta duración marcaban un punto en la cinta. Las largas, trazaban una raya. La cinta era movida lentamente por un mecanismo de relojería.

4 En 1851, se tendió el primer cable submarino entre Francia e Inglaterra.

5 Más adelante, se intentó construir un telégrafo que imprimiera directamente las letras, sin pasar por el alfabeto morse de puntos y rayas. El teletipo es la combinación del telégrafo y la máquina de escribir. En 1920, las líneas de teletipo comenzaron a sustituir al sistema morse.

6 El micrófono convierte el sonido en corrientes eléctricas variables y el auricular, mediante un electroimán, realiza el proceso inverso.

7 Bill Gates, Camino al futuro, Colombia 1995 (leerán ese capitulo mas adelante)

8 Para registrar la voz, se hablaba a través de un embudo en cuyo extremo, por el impacto de las ondas acústicas, vibraba una delgada membrana. Ésta llevaba unida una aguja que iba trazando un surco de profundidad variable, según la intensidad de las ondas, sobre la lámina metálica que recubría el cilindro. Para escuchar la voz grabada, el proceso era al revés: haciendo girar el cilindro, la aguja vibraba recorriendo el surco, la membrana reproducía estas vibraciones y las transformaba nuevamente en sonido.

Edison cambió luego la lámina de estaño por un recubrimiento de cera.

9 En 1887, el alemán Emil Berliner inventó el gramófono. El sonido ya no se registraría en un cilindro, según el modelo de Edison, sino en un disco liso. Estos discos comenzaron a fabricarse con resinas sintéticas. Berliner también descubrió la forma de sacar un molde al disco surcado por la aguja vibradora y, a partir de él, obtener cuantas copias se quisieran. Más tarde, perfeccionada electrónicamente la técnica de grabación y de amplificación, los tocadiscos invadieron el mercado.

El tiempo no se robaría más las voces del mundo. Con el nuevo invento, se podrían documentar los acontecimientos, repetir cuantas veces se quisiera la canción preferida y tocar el himno nacional en los congresos sin necesidad de orquesta. Se podría seguir oyendo a los muertos, como si estuvieran vivos.

Los límites, sin embargo, los establecía la materia. Para escuchar aquel sonido enlatado en el fonógrafo, había que acercarse al aparato. La voz rompía con el tiempo, pero estaba presa de la bocina. ¿Cómo sumar inventos, cómo liberar el sonido manipulado por Edison y Bell? Ya podía enviarse el audio captado en el fonógrafo a través del veloz teléfono. Pero permanecían los cables.

Siempre los cables.


martes, 2 de agosto de 2022


La historia de la electricidad


Electricidad y magnetismo al servicio de la comunicación

La historia de la radio comenzó en 1887, cuando el físico alemán Heinrich

Hertz detectó radiación electromagnética (predicha veinticuatro años antes

por Jaime Clerck Maxwell) a partir de cargas eléctricas poderosas.

Pero el desarrollo de la radio se debió a otros hombres. Entre estos investigadores podemos citar a Oliver Lodge, quien en 1894 transmitió y recibió ondas para representar los puntos y rayas del código Morse, que ya se utilizaba

ampliamente en telegrafía alámbrica. La transmisión de mensajes hablados

a través del espacio era algo inimaginado (aunque el teléfono ya permitía hablar a través de conductores eléctricos), así que la primitiva radio recibió el

nombre de telegrafía inalámbrica. En forma paralela, en 1895 el profesor

ruso Alexander Popov mejoró el sistema de recepción de ondas electromagnéticas y sentó las bases de las modernas antenas.

El italiano Guillermo Marconi, basado en estos trabajos y en los de Nikola

Tesla, desarrolló comercialmente el invento. Al principio, Marconi podía

transmitir código Morse solamente un par de millas. Pero en 1901 construyó

un transmisor suficientemente potente para enviar mensajes a través del

Océano Atlántico. Este aparato era incluso más rápido que el telégrafo y, lo

mejor de todo, no precisaba costosos alambres ni complicados tendidos de

cables. La radio se convirtió en una nueva forma de enviar Código Morse y

Marconi creó una exitosa compañía que hacía exactamente eso.

Una de las industrias que más se benefició con el trabajo de Marconi fue la

marina mercante, que contaba con la radio como el elemento de comunicación más importante.

Desarrollo y evolución


La invención de la radio




La transmisión por radio del código Morse era ciertamente útil, incluso salvaba vidas, pero otros comenzaron a preguntarse si podría ser utilizada para

transmitir otros sonidos, tales como la voz. Para esto último hubo que esperar la introducción de la válvula de radio y el desarrollo de los osciladores,

fruto de los trabajos de Ambrose Fleming y Lee de Forest. Finalmente, en la

víspera de Navidad de 1906, Reginald Fessenden transmitió el primer programa con música y locución.

A pesar de que muchos inventores veían la radio como substituto del telégrafo o el teléfono, que transmiten la información de un punto a otro, existía

un problema: cualquier persona con un receptor de radio podría escuchar los

mensajes. Muy pronto, esta falta de privacidad de la radio fue convertida en

una ventaja. Westinghouse, una compañía que fabricaba receptores de radio,

decidió establecer su propia estación en Pittsburgh, Pennsylvania, y el 2 de

noviembre de 1920 la estación KDKA llevó a cabo la primera transmisión pública. La enorme y creciente popularidad de estas transmisiones de radio

motivó que los inventores buscaran maneras de diseñar mejores receptores.

Al sistema de radio conocido como A.M. (amplitud modulada), se agregó

más tarde el de F.M.(frecuencia modulada), con mayor calidad de sonido y

sin perturbaciones por descargas atmosféricas. La invención del transistor,

en 1947, permitió la construcción de radios portátiles que combinaban AM y

FM. La radio vivía por entonces su edad de oro y aún hoy, a pesar de la TV e

Internet, sigue siendo la mayor fuente de información y entretenimiento.


Manual urgente para radialistas apasionados José Ignacio López Vigil



                                           



Este libro tiene su pequeña historia. Resulta que en octubre del 94, CIESPAL y AMARC habían planeado un curso de metodologías para la enseñanza radiofónica. Por esas confluencias astrales —invitados unos, llegados a tiempo otros— nos dimos cita en Quito 22 capacitadores  de América Latina y el Caribe, representando a varias instituciones de carácter regional.

En torno a la mesa de trabajo, habíamos empíricos y académicos, populares y comunitarios, jóvenes y calvitos, ellas y ellos, muy diferentes concepciones y trayectorias. Los debates prometían ser de alta temperatura.

Pasaban los días y no pasaba nada. Se discutía a fondo, sí, pero los puntos en común eran abrumadoramente mayores que los desacuerdos. Tantos, que al cabo de diez días nos desafiamos a inventar una plataforma de acción para compartir no solamente criterios y metodologías, sino algo mucho más ambicioso: el sueño de democratizar las comunicaciones en nuestro continente. De ahí surgió el Grupo de los Ocho. 1

Me encomendaron redactar la memoria del encuentro. Recibí un lote de 40 casetes donde dos puntuales secretarias habían grabado todas las sesiones. Las transcribí y me sentí agobiado. Como siempre ocurre en estos casos, los debates hablados, puestos en papel, resultaban tan ricos como desordenados. Mucho sobraba, mucho faltaba. Además, poca utilidad tendrían los criterios metodológicos si no se explicitaban antes los de producción. ¿A quiénes queríamos llegar con esta publicación? ¿Sólo a quienes capacitaban o también a las comunicadoras y comunicadores que, día a día, enfrentan el micrófono abierto y el libreto pendiente?

 Había que correr los postes, abarcar más terreno. Eché mano, entonces, de algunos autores clásicos, fui sumando mis apuntes personales y las experiencias nunca sistematizadas de muchos años —casi 30— haciendo y enseñando a hacer radio. Así nació este manual.

Y así fue creciendo y llegando a muchas manos y validando la utilidad de los criterios de producción incluidos. Para la segunda edición, noté la necesidad de algunos temas no tratados e indispensables: el lenguaje no sexista, la programación con oídos de mujer y el urgente matrimonio tecnológico entre la radio y el Internet. Queda pendiente el periodismo de intermediación que desarrollo en Ciudadana Radio.2

Es un manual. Es decir, son páginas para aprender a producir, para dominar el lenguaje del medio radiofónico y desempeñarse con profesionalismo en sus principales géneros y formatos.

Es urgente. Porque la relación entre emisoras comerciales y comunitarias, entre cadenas vía satélite y radios locales, está marcada, hoy más que nunca, por una jadeante competencia. Si no ofrecemos programas de calidad, si no ganamos audiencias masivas, de nada servirán nuestras mejores intenciones comunicacionales.

Es para radioapasionadas y radioapasionados. Para colegas inconformes que inventan, que experimentan, que disfrutan el micrófono. Para quienes apuestan por una radio más dinámica y sensual. Y para quienes luchan por un mundo donde todos puedan comer su pan y decir su palabra

José Ignacio López Vigil Lima, abril 2005

 

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1 Al principio, eran 8 redes de comunicación: CIESPAL, Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina; AMARC, Asociación Mundial de Radios Comunitarias; SCC, Servicio Conjunto de Comunicación (UNDA-AL, OCIC-AL y UCLAP); FIP, Federación Internacional de Periodistas; ALER, Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica; FELAFACS, Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social; RNTC, Radio Nederland Training Center; y PROA, Asociación Latinoamericana de Medios Grupales. Al poco tiempo, se sumó VIDEAZIMUT (Coalición Internacional Audiovisual para el Desarrollo y la Democracia) y WACC (Asociación Mundial para los Comunicadores Cristianos). 2 Ciudadana Radio, Lima 2004. 

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